Fecha creación:
Fecha actualización: Diciembre de 2016
Gijón; Asturias

Javier del Río

(Gijón, Asturias, 1952 – 2004)

Javier del Río nace en Gijón en 1952. Un Gijón que recrea (reconstruye) en su pintura más reciente y al que retorna después de sus viajes, pues quizás sea en esa ciudad donde Del Río encuentre el ambiente más propicio para crear. Cuenta Javier del Río que comienza a pintar a la edad de 14 años y que es después cuando, guiado por su propia curiosidad, aprende las técnicas de grabado y, lo que nos resulta más interesante, comienza a esculpir.
Se traslada a Italia en 1976, matriculándose en la Escuela de Bellas Artes de Urbino y residiendo, aparte de en esa ciudad, en Roma, Venecia, Florencia… En 1982 retorna a España y se instala definitivamente en su ciudad natal tres años más tarde.
Javier del Río posee una obra escultórica de variada temática, procedimientos y materiales. Por un lado podemos clasificar su obra atendiendo a la metodología empleada, donde siempre encontramos en él la idea de «aprovechamiento» del material. Prácticamente en la totalidad de la obra de este escultor encontramos la utilización de materiales encontrados: tornillos, maderas, tubos, bloques de piedra… y en donde, a través de diferentes técnicas resuelve cada una de las obras. Así emplea la soldadura para aquellas piezas de hierro o acero y la talla para aquellas realizadas en piedra.
La práctica totalidad de la obra de Javier del Río es figurativa, aunque alejada del realismo, con reminiscencias de Picasso y Julio González en sus piezas en hierro y con un carácter arcaico en sus piezas talladas en piedra arenisca. Precisamente recurre a esta materia en su única obra pública: «El Chato» y con piezas de ese mismo material le presentó Doña Soledad Álvarez en la exposición «Confluencias 2002»   que comisarió para la Universidad de Oviedo.
La muerte sorprendió a Javier del Río el 14 de abril de 2004, en compañía de su esposa Lupe y sus hijos Tadeo y Alicia, a quienes cita cuando redacta su currículum, en un gesto que delata la importancia que para el creador gijonés tenía su familia.