«Los fantasmas del Bosque» del escultor Luis Arencibia. In memoriam


Por Germán Jiménez Martel. Doctor en Humanidades. Universidad Carlos III. Madrid. Profesor.

La producción en el entorno natural implica la acción creativa del ser humano y de la misma Naturaleza, a la que se puede considerar el artífice más antiguo. Sus estampas reveladas en las tierras, las aguas y el aire sirvieron de musa inspiradora para los artistas a lo largo del tiempo. Desde hace años, el laberinto de encinas y pinares del bosque de Venialbo (Zamora) acoge una amplia variedad de obras escultóricas, como los “Fantasmas del Bosque” inaugurada el 6 de agosto de 2017. Este prisma escultórico de Luis Arencibia Betancort (Las Palmas, Telde, 1946 – Madrid, Leganés, 2021) es una pieza orgánica que emana de las entrañas de la tierra impulsada por unas manos, las de su propio creador, que no dudó en fraguarlas en el último momento.

Los cuatro frentes del cuerpo geométrico están cubiertos por dieciséis placas de cemento en relieve y altorrelieve. La textura rugosa, áspera e incluso aristada de las composiciones faciales domina el bloque escultural. Ciertamente, resulta difícil separar las reacciones visuales de las táctiles despertando en el observador el deseo de rozar, tocar y acariciar, alcanzando así la sensación directa de la estructura tridimensional de las figuras.

Luis Arencibia explora de forma concisa las posibilidades emocionales mediante los múltiples rostros, cuyos rasgos son de una gran intensidad plástica. Imaginativos unos y expresionistas o realistas otros, conforman un auténtico registro de gestos y emociones faciales inspirados en la imaginería románica, sin faltar el bestiario, tan presente en el entorno escultórico zamorano. En la parte superior, el artista representa, entre la amplia nómina de animales, los relacionados con el mal: cabezas de fisionomías inquietantes, entre aterradoras y grotescas. Las criaturas retratadas en primer plano poseen un potente semblante de gran valor alegórico. Reconocemos el mono, caricatura grotesca del hombre depravado en el Medievo. De prominente barbilla y grandes cavidades oculares vacías, atrae al espectador hacia un fondo infinito de oscuridad disoluta. En el lado opuesto, una elegante cabeza de gato con orejas afiladas provoca un cierto efecto de intimidación por sus rasgos realistas. Reptando hacia el felino, se halla representada la lujuria en forma de culebra saliendo de la boca de una mujer. No podía faltar lo que parece un lobo con las fauces abiertas, siempre presente en los bosques fantasmagóricos, la referencia más fiera que tenían del mal en la Edad Media. Es la aterradora boca del Diablo, el eterno tentador del género humano. Luis Arencibia, impregnado de la fantasía románica, más prolífica por los tipos del mal y la violencia, representa dos quiméricos animales de figuración monstruosa y bestial que provocan un escalofrío de auténtico espanto en el espíritu de cualquier persona.

Las diferentes cabezas de las figuras humanas están ejecutadas mediante un modelado violento. Son verdaderos espectros abriéndose paso por el recio cemento y trazando sombras intensas y agudas. La mayoría está distribuida frontalmente reflejando fisonomías diversas: desde la conmovedora suavidad y ternura infantil del niño hasta la inquietante decrepitud de los rostros de la ancianidad. Sin bien los semblantes son severos, sobresalen en intensidad y singularidad por la distorsión o exageración de algunos rasgos como la nariz, la boca, los pómulos, la frente, el pelo, etc. logrando así la creación de múltiples facciones de personalidades atormentadas, deprimidas, sufridas. De esta manera, el artista conmueve al observador, aproximándolo a la esencia intrínseca de cada individualidad.

Luis Arencibia confiere a sus figuras una intensa carga simbólica acopiada del programa iconográfico del Románico zamorano que tan bien conoce. Estas imágenes las podemos calificar de ultratumba, perturbadoras para el espectador por sus expresiones anómalas, destacan por su carácter descriptivo y gráfico, ricas en elementos anecdóticos. La exagerada expresividad confiere a todo el conjunto un gran efectismo dramático. Tiene mucho que ver la confección total del monolito, las apócrifas imágenes y la ubicación en un espacio natural, a la que agregamos la constante cultural de la creencia, muy generalizada, de espíritus aparecidos y alguna que otra manifestación fantasmagórica nocturna tanto visual o auditiva en los bosques. A partir de ahora, en el bosque de Venialbo, la superstición popular tiene forma y medida en la obra del artista Luis Arencibia Betancort. Cuando la oscuridad de la noche envuelva Venialbo, la sensibilidad de los amantes de la naturaleza avivará su imaginación y fantasía, pues los fantasmas del bosque son una realidad en aquellas tierras zamoranas y sólo los de carácter desafiante soportarán el miedo del verdadero terror.


Luis Arencibia (a la izquierda) junto al pintor Andrés Delgado y
el escultor Wenceslao Jiménez.
En pleno proceso de ejecución de “Fantasmas del Bosque”
Venialbo Zamora (agosto 2017)

“Fantasmas del Bosque”. (Detalles).
Bosque de Venialbo (Zamora).